jueves, 16 de julio de 2009

Fuego y azufre

- Y si, después de todo, descubrieras que hay en aquel edificio una sola persona decente, ¿qué harías?
- Seguiría con lo previsto.
- Y si te encontraras con un grupo de, pongamos, diez personas merecedoras de la vida.
- Lo sentiría por ellos, pero debo hacerlo.
- Imagínate que descubres que el número de justos supera con creces al de impíos.
- El odio hacia el grupo de pecadores es más poderoso que la piedad que pueda sentir por esa mayoría silente.
- Y si el responsable de esta situación fuese una sola persona y los demás fuesen inocentes.
- No te equivoques. Aquí no hay inocentes. Todos son cómplices.
Cojo mi Ford Sierra y me dirijo a la oficina. Enciendo la radio y pongo K-Billy y “El supersonido de los setenta”. En el maletero, hay cuarenta kilos de Goma 2. La guantera está llena de cables. Subo el volumen hasta que los altavoces empiezan a vibrar. Clowns to the left of me, jokers to the right, here am I stuck in the middle with you. No siento ningún tipo de flaqueza. Por fin, llego al bloque de oficinas. Mi despacho está en la duodécima planta. Entro en el garaje y aparco el coche en la plaza reservada para el presidente. En la primera plante del parking. Sé que hoy vendrá en taxi. Apago el motor y la radio. Activo el dispositivo que ayer conecté a un Nokia. Salgo y cierro el coche con el mando a distancia. Sin volver la cabeza. Subo a la planta baja y entro en el baño. Me meto una raya de speed y salgo por la entrada principal. Me siento en una jardinera y recorro el edificio lentamente con la mirada. Me pongo los auriculares del iPod y escucho Iron Maiden. Me enciendo un cigarro y espero. Fear of the dark, fear of the dark, I have a phobia that someone’s always there.
Ya son las diez. Son todos los que están aunque no estén todos los que son. Marco el número de la tarjeta prepago que compré ayer. Un tono, dos tonos… Y una lluvia de fuego y azufre destruye toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades y el fruto de la tierra.
Publicado en el fanzine nº4 de Degeneración Espontánea

viernes, 12 de junio de 2009

La fiesta

Indignado. Estoy totalmente indignado con lo acontecido desde el domingo. Ya sé que estamos a jueves, pero cada año, las resacas electorales duran más y se digieren peor. Ni de lejos pasé una mala noche electoral. Hace tiempo que el escrutinio no me quita años de vida. Que me da igual. En su momento dejé de participar es las fiestas electorales y veo los toros desde la barrera. Lo analizo y lo critico como el espectáculo que es. De muy mal gusto, pero espectáculo al fin. Pero esta vez se han pasado, y mucho. No sé ni por donde empezar a disparar. Los periódicos llenan sus páginas con artículos de renombrados intelectuales criticando la campaña electoral. Sin embargo, a mí me ha parecido la más movida de los últimos tiempos. Los partidos políticos van descubriendo Internet y van perdiendo la poca vergüenza que les quedaba. Y eso me gusta. Tiene morbo y el morbo está bien. Por fin, han llevado el debate a lo personal. Con carnaza y tomate simulando sangre. Y luego tendrán valor de criticar a los tertulianos del corazón. Que si los trajes, que si la empresa de la niña, que si la moción de censura, que si la falta de liderazgo. ¿Y qué pinta en todo esto el contribuyente? Al fin y al cabo, lo bonito de la democracia es que los políticos tienen que convencernos para que les votemos. Somos sus jefes. Tendrían que hacernos un poco la pelota, unos detallitos, algún guiño o, por lo menos, que nos inviten a cenar. Nos quieren llevar a la cama sin emborracharnos primero, sin mentirnos sobre lo especiales que somos. A la mañana siguiente nos dicen que hemos estado a la altura, que hemos cumplido con nuestro deber cívico-sexual y todos esos lugares comunes del despertar en cama.
Pero, no solo los políticos son la causa de mi indignación sino el electorado. Estamos ante la peor crisis económica desde el crack de 29, el capitalismo se tambalea por culpa de unas prácticas de neoliberalismo feroz y los ricos son más ricos que nunca. Y va el obrero y vota a la derecha. ¡Increíble!
Puedo entender las victorias de la de los partidos democratacristianos de hace una década. La coyuntura económica alimentaba nuevos sueños: un piso de de 90 m2, un coche familiar, vacaciones en la playa... nuestra pequeño estado del bienestar. Y todo gracias a la política económica de un licenciado en derecho que se doctoró haciendo una tesis sobre su propia gestión (ironía). Es comprensible que la masa social votara a los conservadores: querían conservar lo que tenían. Pero hoy se ha demostrado que este sistema no funciona. Aquel espejismo ha desencadenado esta crisis. El modelo necesita algo más que un lavado de cara y, por favor, no demos más dinero a los bancos. ¡Manda huevos! Hasta hace nada pagábamos los lujos de los banqueros con nuestros créditos y nuestra hipotecas, y ahora los pagamos con nuestros impuestos. ¿Acaso ellos pensaban en alguien cunado se forraban a costa nuestra? ¿Acaso van a pensar en alguien cuando pase la tormenta? Además de putas ponemos la cama. Eso sí, cada fin de trimestre presentan unos balances que parecen poco afectados por la crisis. Pero todo esto es otro tema.
De vuelta a las elecciones europeas, la derecha ha ganado. Parece ser que a la gente le gusta lo que hay y quiere seguir así. Se lo han puesto en bandeja y no han querido. ¡Hasta Berlusconi, ese playboy mafioso, ha ganado estos comicios! La socialdemocracia no termina de consolidarse, el “socialismo” no convence y los ultraconservadores y los euro escépticos gana adeptos. ¡Que el mundo se pare que yo me bajo!
Por todo esto, puedo concluir que lo más bonito que vi el domingo fue un suizo llorando bajo la lluvia parisina.

lunes, 18 de mayo de 2009

Tiene que llover

Era la típica tarde de Agosto en Nábara. Ruth arañaba los últimos hilos de tabaco de su bolsa de Golden Virginia. Mirando la calle vacía, esperaba que una llamada la trajera de vuelta de aquella duermevela de sobremesa. El cielo gris y el bochorno la habían sumido en un dulce sueño, despierta pero inmóvil. Había perdido ya la noción del tiempo que llevaba sentada en aquella vieja butaca de mimbre. Las piernas cruzadas sobre el cojín, el cigarro perfectamente liado en su mano derecha, el cenicero en el reposabrazos y alma de resaca. No podía hacer otra cosa sino seguir liando un cigarro tras otro, estar quieta y hundirse un poco más en las aguas sulfúricas de sus pensamientos. El sopor era insoportable. El aire ardiente y enrarecido le quemaba el pecho. El calor le pegaba la ropa al cuerpo y le hacía zozobrar una y otra vez ¡Tenía que llover!
Miró al cielo de nuevo. Amenazaba un chaparrón que se resistía desde hacía ya varias horas. Las hojas de los árboles estaban quietas y los papeles no corrían por las aceras. Un perro buscaba asilo en un portal y unos pocos conductores huían de aquella polución invisible. Sin darse cuenta, se había ido sumergiendo cada vez más en su asiento con vistas al barrio de La Latina. El cigarro se había consumido en su mano, sin haberle dado apenas unas caladas. Respiró hondo y se levantó desdoblando suavemente las piernas, para asomarse al balcón. Llevaba únicamente un tanga negro y una camiseta de tirantes sin sujetador. Se inclinó hacia fuera, apoyando los codos en la barandilla y la barbilla en la palma de la mano, resultando una imagen distraídamente provocadora. Miró la calle vacía y sintió un lacerante desasosiego. Una ráfaga de pensamiento se le agolpó en su cabeza y tuvo que sentarse de nuevo. Sentía como una angustia seca amenazaba con corromper sus fluidos. Necesitaba una lluvia que aliviara su mente y calmara sus sentidos.
Cogió otra cerveza helada de un cubo con hielo y la frotó contra su pecho. Sus pezones se excitaron, mientras una gota de sudor recorría su mejilla hasta la comisura labial. Abrió el botellín de Mahou con un mechero y apuró la mitad de un trago. Cerró los ojos dejándose arrastrar por una transitoria sensación de plenitud. Se volvió a hundir en el lodo onírico. Durante unos minutos, hasta una corriente refrescante le interrumpió un sueño confuso. Aquel soplo enfrió su cuerpo y despertó su instinto. Entreabrió los ojos para ver los folios volar de su escritorio. Un portazo y trueno lejano terminaron de sacarla del letargo. Se levantó torpemente, desconcertada, y salió de nuevo al balcón, para descubrir que un viento húmedo arrastraba varios carteles calle abajo. Se asomó todo lo que pudo y dejó que aquel hálito se colara por debajo de su camiseta. Cerró de nuevo los ojos, pero esta vez, para dejarse mecer por aquella llamada de la naturaleza. Sus plegarias agnósticas habían sido escuchadas.
Atropelladamente, se puso unos vaqueros y unas sandalias, y bajó a la calle. Empezó a andar sin rumbo, disfrutando de aquella brisa importada. Con aire distraído, cruzó varias calles, siguiendo un camino grabado en otro tiempo en su mente. Las primeras gotas cayeron tímidamente sobre Ruth, dejando sus marcas en la camiseta blanca. Un relámpago atravesó el cielo y se desató, por fin, la tormenta. La lluvia caló todo su cuerpo, pero siguió hasta llegar a una pequeña plaza sin salida. Se paró y permaneció de pie un instante, con el pelo mojado sobre la cara y los pezones perfilando su pecho bajo la camiseta. Se sentó sobre un banco de piedra a esperar. El agua seguía recorriendo sus curvas pero no le importaba. Tenía que llover y, por fin, lo estaba haciendo.
Así permaneció hasta que escampó. Quieta sobre la superficie mojada, temblando por el frío, lejos de cualquier mirada. Lo que hasta entonces era una niebla de pensamientos enlatados se había ido convirtiendo en una secuencia lógica de pensamientos. El sopor había dado paso a un frío penetrante que le erizaba la piel. Sentía una ligereza casi infantil. El aire penetraba en profundas bocanadas que limpiaban el polvo atrapado sus pulmones. Todo parecía más claro. La duda y la zozobra se habían deslizado por aquellos torrentes de inmundicia.
Con paso decidido, Ruth volvió a casa, se quitó la ropa mojada, se sentó de nuevo en su butaca y dejó de esperar.

sábado, 21 de marzo de 2009

El zoo VI

Dean es un “pringao”. Es el manager del servicio de catering de Cameron Mackenna. Su tío le enchufó en ese trabajo y no es capaz de llevar a cabo su cometido con un mínimo de eficiencia. No es demasiado iluminado y tiene horchata en vez de sangre. Es simple, anodino, trabajador y, en el mal sentido de la palabra, bueno. No es capaz de lidiar con los managers generales y los asistentes de catering. Traga lo que le viene de arriba y lo expulsa hacia abajo. Es una cadena alimenticia desequilibrada.

lunes, 16 de marzo de 2009

El zoo V

Christophe es un tiburón. Es francés y trabaja en un banco de Fleet Street. Es analista de tercer año y está apasionado con su trabajo. Vive en un ático de tres pisos en plena city con un compañero del banco y un broker. También está puteado por objetivos y balances pero su vida es bastante más cómoda. Dice que no quiere vivir siempre en esta ciudad, pero, de momento, disfruta del privilegio de ser rico en Londres.

sábado, 7 de marzo de 2009

El zoo IV

Neil es gay. Gay y cabrón. Pero es inglés de nacimiento así que la vida es fácil para él. Es el manager del servicio de catering de la British Psychological Society. Es decir, es el jefe de Vas y uno de los que hace de su vida una broma de mal gusto. Tiene una nariz siniestra, una sonrisa de mala persona y un peinado de niño escolapio. Es una persona peligrosa: tiene por lo menos dos caras guiadas por su polla. Su miembro decide a quien jode y a quien va a intentar joder.

domingo, 1 de marzo de 2009

El zoo III

Caroline es explosiva. Trabaja de recepcionista en Admiral Group, una agencia de personal de hostelería. Su trabajo es responder al teléfono, dar algo de información a los inmigrantes que buscan trabajo y enseñar las tetas. Las tiene grandes y fláccidas. Son, sinceramente, de mal gusto. Se parece a las de esas actrices porno que juegan a bambolear los pechos al principio de cada escena. Además, tiene cara de mal follada, gruñe, es desagradable y odia a todos los que no dominan su lengua.

jueves, 26 de febrero de 2009

Los muros hablan....

...la libertad se toma, no se pide

lunes, 23 de febrero de 2009

Messenger

Ayer me desperté en el sofá abrazado a mi portátil y con una litrona de Mahou caída en el suelo. Como soy un chico precavido, la botella estaba vacía. Había recibido una solicitud de amistad en el Messenger. El nick era nombredemujerfriki68@blablabla.com. El mensaje de presentación tenía tela. Era algo así como ¡qué bonito es levantarme a tu lado y poder decirte al oidito “te quiero”! ¿Quién sería?, pensé yo. Un poco freak y un poco ñoña. Pero una mujer es una mujer. Y no es plan de tentar al destino. Nunca se sabe lo que hay detrás de una presentación así. ¿Qué significaría el numerito? ¿Sería alguna proposición, alguna amiga de cuarenta años o, simplemente, era la 68º idiota que se ponía ese nombre?
Dejé el messenger y abrí mi correo para leer los mails basura que habría recibido. El más spam de todos era el del delegado de clase de mi último curso de facultad. Se había acordado de mí y de otros cuarenta y dos compañeros porque no habíamos el euro de la orla que lucirá en las paredes de la facultad seis veces centenaria. ¡Manda huevos! Tan magna institución no tiene para pagar una jodía orla y enmarcarla. Además de putas, ponemos la cama. Después de seis años, siete en mi caso, tenemos que encargarnos de la decoración de sus paredes. Y todo por culpa de esta mente privilegiada y sus trapicheos raros. Es que es inaguantable hasta por mail: chistes malos, gracias estúpidas y frases en plan libros de autoayuda. Y si le pones su voz mientras lo lees te quieres pegar un tiro. El tiempo no pasa por algunos.
¿Y sabéis que es lo peor de todo?
Este personaje era
nombredemujerfriki68@blablabla.com

Pregunta de la semana

¿Por qué l@s niñ@s pij@s llevan palestina?

domingo, 22 de febrero de 2009

In dubio pro reo

Un minuto, una frase.
Un segundo, una palabra.
La fortuna es caprichosa,
El azar se quiere escapar,
El resultado siempre es incierto,
El crupier lanza la bola,
Y no da más.
Las consecuencias no siempre se miden.
Pero acaban apareciendo.
Se sufren, se viven,
Se saborean y se desprecian.
Pero nunca te abandonan,



Una hora, un día,
Un gesto, una torpeza.
Solo uno y todo está hecho.
La pelota choca contra la red,
Se desliza suavemente.
Se insinúa hacia adelante
Y al final caerá
En uno de los campos
Para repartir gloria y mierda.
Y cuando bota lo hace para siempre,
Con una cadencia silenciosa pero arrolladora.
Y no hay vuelta atrás.
Solo una cuenta que te une a un destino,
Que te lleva de un pasado por juzgar
A un futuro ya decidido.
Y todo en cuestión de una exhalación,
De un soplo, de un suspiro.
Y el camino ya está señalizado.
Al final, eres esa opción que no elegiste,
Ese mundo que rechazaste,
Esa senda que no recorriste.



Una semana, un mes,
Un crimen, un móvil,
Un reo y un sistema que funciona.
Todas las piezas de un ajedrez
Arrojadas sobre el tablero.
Tus palabras no importan
Porque siempre has estado en medio.
Donde no tenías que estar,
Con quien no debías ir.
Eres el paria de una sociedad
Que finge buscar justicia.



Uno, dos, siete años,
Diez años, tres meses y un día.
Por la ventana, los amaneceres nacen sin brillo,
Las noches mueren con una luz halógena.
La vida no fluye por caudalosos ríos
Y el tiempo se seca en el exangüe lecho
De piedras erosionadas que delata el estío.
No pienso, no rezo, no me masturbo.
Simplemente espero,
Me duermo a esperar que algo pase.
Y mientras tanto, leo



Un pinchazo, dos, tres, veinte,
Un periodo ventana
Y una elevación de anticuerpos
Mi cuerpo está sucio, corrupto, vejado.
Mis venas se escapan de la piel
Pidiendo algo más de vida.
Mis ojos se cierran por miedo
Y por vergüenza
Lucho contra el hastío
Y contra este proceso morboso
Que cada día va creciendo
Extendiéndose por mis entrañas,
Consumiendo poco a poco
Lo que me queda de alma.

jueves, 19 de febrero de 2009

El zoo II

Kevin es negro. Negro y buena persona. Auténtico. Empezó trabajando de lavaplatos y ahora es asistente de catering en Cameron Mackenna. No le gusta su trabajo pero es lo mejor que puede encontrar con su edad y su raza. Pasa los cuarenta años y es hijo de inmigrantes jamaicanos. Tiene un incisivo de oro, un bigote fino y abusa de una colonia que le da un olor varonil muy característico. Le gusta pasar desapercibido, no molesta a nadie y nadie se atreve a molestarle. Solo habla cuando debe y nunca hablará lo que calla porque no puede permitírselo.

lunes, 16 de febrero de 2009

El zoo I

Por esto fue llamado el nombre de ella Babel,
Porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra,
Y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.
Génesis 11:9







Vas es rumano. Es licenciado en Economía en Rumanía y trabaja de supervisor en el servicio de catering de la British Psychological Society. Es todo lo buena persona que le dejan, pero recibe hostias por todos los lados. Más que vivir, sobrevive en la jungla de hormigón londinense. Hace lo que puede por seguir adelante con mucha resignación y la poca dignidad que le queda. Tiene un cuerpo extraño: alargado y encorvado. Parece pertenecer a una generación que ha visto el hambre de cerca. Lleva cinco años en Londres y no cree que vaya a volver a su país hasta que se jubile.

jueves, 12 de febrero de 2009

Madurez

“Nuevo escándalo en el partido de Rajoy” encabeza El País seis de sus páginas. ¡Pobriño! Hay semanas en que es mejor no levantarse, debe estar pensando. A su ya debilitado liderazgo, se van encadenando sucesivos escándalos que afectan a los mismos que velan su cama de moribundo ¡Y encima tiene que salir en su defensa! Además de puta, pone la cama. Le saldría más cuento investigar los chanchullos, desvincularse de los presuntos corruptos y sustituirlos por otros con más sentido de partido.
Hace unas semanas nos despertamos con una historia de espías digna del mismísimo Chandler. Detectives privados, confidentes, matones… y Esperanza Aguirre. No faltaba de nada. Pero el sistema funciona bien. Cuando los tertulianos hicieron algo de ruido, se formó una comisión de investigación “para aclarar los hechos”. Un mes de zancadillas, un informe que no comprometa y asunto resulto.
Después de una semana y media de tertulias y una portada de El Jueves, cuando el escándalo ya rozaba el empalago, aparece un grupo de populares honrados y sacan a la luz una trama interna de “cohecho, tráfico de influencias, blanqueo de capitales, fraude fiscal y asociación ilícita”. Está vez tampoco faltaba de nada: micrófonos ocultos, interlocutores tirando de la lengua, El Albóndiga, El Bigotes, un empresario corrupto presumiendo de información secretísima de políticos, un alcalde chuleando de casa en Miami… Todo son dolores de cabeza para el pobre Mariano. Y todo esto sin olvidar la alargada melena de Aznar que aparece cuando menos se los espera. Suerte que está Fraga para comparar a los políticos populares con Cristo.
Pero todo esto no hace más que apoyar la idea de ZP de que España tendría que participar en las cumbres del G-8. Parece que por fin ha alcanzado la madurez democrática: sus trapos sucios podrían servir para hacer una película. Eso sí, una película bastante mala. Pero, ¿qué se puede hacer con estos personajes? Además, los espectadores no perdonarían que no hubiera una escena de desnudos exigida por el guión.

miércoles, 14 de enero de 2009

No digas que fue un sueño

¡No me jodas! No me digas ahora que todo fue mentira, que lo que pasó fue una ilusión, un engaño. Sabes perfectamente lo que te ocurrió, perdiste el control, me follaste y te dejaste querer. No fuiste dueña de tus actos y, mucho menos, de los míos. Ahora, corre si quieres, huye, pero no olvides que, por un instante, fuiste mía.

miércoles, 7 de enero de 2009

Repique de culpas

Eran las once y media de otro veintiocho de octubre. Todos los invitados habían abandonado ya la casa. Mario estaba solo, sentado en un sillón de la biblioteca, bebiendo otra copa de Bourbon. Poco a poco fue cayendo en un sueño ebrio, hasta que las campanas del reloj de la audiencia le despertaron. Agitado y tembloroso, cogió el vaso de la mesita de cristal y lo vació de un trago. Se puso su gorra, una cazadora de lana y salió de la casa. Caía la misma fina lluvia que le helara la cara un año atrás. Se dirigía hacia las cuadras mientras una figura entre las sombras de la rosaleda le observaba en silencio. Abrió la desvencijada puerta del taller dilatada por la humedad, encendió la solitaria bombilla y se arrodilló sobre el suelo lleno de hollín. Limpió las tablas de madera situadas inmediatamente debajo de su cuerpo, con la manga de la cazadora, bajo la atenta mirada del rostro de la ventana. Levantó una tabla y, como hizo exactamente un año antes, descubrió el cuchillo manchado con sangre seca. Se encogió en el suelo envuelto en lágrimas y vomitó desconsoladamente. Recordó nítidamente todo lo ocurrido cinco años atrás. Vio sus manos ensangrentadas, la camisa rota, mechones de pelo arrancados. Volvió a sentir aquel frío inerte. Se hizo otra cicatriz en la cara anterior del antebrazo izquierdo y dejó todo como lo había encontrado. Volvió a la casa principal y bebió hasta olvidar. Hasta el año siguiente.

Publicado en la plaquette nº1 de Degeneración Espontánea