Publicado en la plaquette nº1 de Degeneración Espontánea
miércoles, 7 de enero de 2009
Repique de culpas
Eran las once y media de otro veintiocho de octubre. Todos los invitados habían abandonado ya la casa. Mario estaba solo, sentado en un sillón de la biblioteca, bebiendo otra copa de Bourbon. Poco a poco fue cayendo en un sueño ebrio, hasta que las campanas del reloj de la audiencia le despertaron. Agitado y tembloroso, cogió el vaso de la mesita de cristal y lo vació de un trago. Se puso su gorra, una cazadora de lana y salió de la casa. Caía la misma fina lluvia que le helara la cara un año atrás. Se dirigía hacia las cuadras mientras una figura entre las sombras de la rosaleda le observaba en silencio. Abrió la desvencijada puerta del taller dilatada por la humedad, encendió la solitaria bombilla y se arrodilló sobre el suelo lleno de hollín. Limpió las tablas de madera situadas inmediatamente debajo de su cuerpo, con la manga de la cazadora, bajo la atenta mirada del rostro de la ventana. Levantó una tabla y, como hizo exactamente un año antes, descubrió el cuchillo manchado con sangre seca. Se encogió en el suelo envuelto en lágrimas y vomitó desconsoladamente. Recordó nítidamente todo lo ocurrido cinco años atrás. Vio sus manos ensangrentadas, la camisa rota, mechones de pelo arrancados. Volvió a sentir aquel frío inerte. Se hizo otra cicatriz en la cara anterior del antebrazo izquierdo y dejó todo como lo había encontrado. Volvió a la casa principal y bebió hasta olvidar. Hasta el año siguiente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario