domingo, 4 de julio de 2010

Silencio

Preguntas forzadas, comentarios inadecuados, temas vulgarmente morbosos. Pero parece que a ella le hace gracia. Quizá sea la timidez la que la obliga a torcer una sonrisa aprobando el exabrupto. Quizá sea el atractivo que las niñas tontas ven en un adjunto joven. O quizá sea yo el patético voyeur que se toca siniestramente debajo de la mesa, mientras ellos se ríen de mi pose forzada de lobo estepario. A veces, creo ver en sus ojos la burla, mientras busco desesperadamente, la complicidad que me salve de la humillación de creer reírme de quien, en verdad, se divierte a mi costa. Un comentario y una mirada de reojo me devuelve al estatus donde considero debo vivir. Y vuelvo a disfrutar del triste espectáculo de ver a un hombre intentando llamar la atención de una mujer. Intentando que sea ella la que le llame para, entonces, responder con fingido desinterés. Tratando de compensar los rechazos del pasado, cuando interpretaba otro papel al que tampoco se ajustaba. Mientra tanto, yo intento sacar provecho a mi posición de macho joven en la manada. Salto y hago cabriolas, mendigando una mirada, aunque sea de desprecio. Ella me mira. Creo que me sonríe. Puede que le guste mi despliegue de habilidades, propio de un concurso de talentos. Quizá sea yo el ganador de esta gala, de este duelo de hombres, de esta pelea por la hembra en celo. Hago un comentario presuntamente ingenioso. Ella sonríe y eso me inquieta. Necesito dejar este estúpido juego que me lleva al peligroso terreno del patetismo, en el que estoy seguro acabaré viviendo. Pero aún no. Hoy es él quien está perdiendo, palabra a palabra, la poca dignidad que le puede quedar a un hombre suplicando ser respondido. Hoy es el quien se sienta sobre la mesa creyendo estar encarnando a George Clooney, canoso sexy capaz de hacerse estremecer a cualquier musa. Hoy todavía busca mi mirada cómplice cuando se siente incómoda. Se agarra a mi cuello, buscando quien le lleve a la orilla donde se siente cómoda. De momento. Pronto llegará el momento en que se deje llevar por el torrente cegador del orden jerárquico, por el glamour de la escala social. La erótica del poder, supongo. Cuando le encuentre atractivo, cuando sonría sinceramente antes sus estúpidas ocurrencias y yo, definitivamente, haya perdido. Ya no buscará mis ojos fieles ni querrá oír mis historias. Dejará de visitar mi blog y de verse en nuestras pequeñas historias. Escuchará con atención otras bocas, que no le dirán nada e intentarán comerla. Quizá se resista y quizá huya. No lo sé.
Bien sabes que estaré esperando para rescatarte, aunque sepa que pronto volverás a buscar otros dientes que te muerdan.

1 comentario:

Analú :) dijo...

Me encanta este relato. Es, a mi parecer, uno de tus mejores. :)